Kótick, o Cotí, la foca adolescente de alma aventurera, que persigue sin tregua un ideal que parecía imposible, es el símbolo de la solidaridad y de la justicia. Aunque su piel blanca llama mucho la atención, lo que de veras destaca es su preocupación por los demás.
A pesar de la arrogancia del poderoso lobo marino, de la apatía del viejo elefante de mar, de las burlas de los pájaros toscos que viven a costas de otro, de la estúpida indiferencia de las morsas, de la sorprendente incredulidad de sus compañeros, de la resignación de sus propios padres, Kótick enfrenta el peligro y recurre a soluciones audaces que le permitan salvar a su pueblo, víctima dócil de los cazadores de pieles.
Sensible al dolor ajeno, no se resigna a la injusticia que parece inevitable y trata que los demás lo sigan, abandonen lo conocido pero peligroso y luchen por una tierra segura, aunque desconocida. Auténtico líder, no le importa que lo consideren loco, se burlen de él o le atribuyan oscuras intenciones.
Con la idea clara y capaz de hacer que las cosas ocurran, Kótick encuentra por fin a los manatíes, las aparentemente torpes vacas marinas, que lo conducen a las playas salvadoras, donde no podrá llegar la mano exterminadora de los cazadores. Kótick, el gran nadador, el empecinado, el generoso, el que primero piensa en los demás, será el juvenil compañero de lobatos y lobeznas para ir al encuentro de los otros.